LA PROMESA (RELATO BREVE)

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Claudio Coloma Vargas
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Registrado: Dom May 23, 2010 4:08 am

LA PROMESA (RELATO BREVE)

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LA PROMESA

Y así de repente, simplemente y sin un motivo aparente. Tal como es la vida quizá. Fue que los gusanos comenzaron a deslizarse. Si, lenta pero decididamente, cada uno de estos bichos iba dejando el agujero putrefacto en el que habitaba. Unos subían, otros bajaban, iban, venían. Pero todos hacían algo en común: Abandonaban el cuerpo, el cadáver. Abandonaban de una vez por todas mi jodido cuerpo muerto. Simultáneamente a esto, en la superficie, unos pequeños capullos de ciertas florcitas silvestres habían comenzado su propia transformación y en un par de días aportarían con unos bellos colores a la gris, triste y además fría loza de cemento que se encontraba unos metros sobre mí. Yo morí de un cáncer al pulmón fulminante. Duele. Aunque yo nunca fumé mis pulmones correspondían efectivamente a los de “un fumador empedernido”. Me ocurrió esto por el hecho de pasarme gran parte de la vida entre verdaderos fumadores empedernidos. Luego, era verdad entonces la advertencia médica sobre el humo ajeno. Que también jode. Tal cual o peor incluso, que si fuese uno mismo el que fumara. Volviendo a los hechos, les contaré que yo, luego de mi paso por el hospital, la morgue y la iglesia, respectivamente, había sido dejado en el cementerio o “lugar de la última morada”, que en mi caso pronto se trocaría milagrosamente en el lugar de mi “primera morada”. Fui acompañado hasta aquí por algunos familiares cercanos y otros tantos amigos que, dicho sea de paso, controlaron muy adecuadamente su dolor, dado que no se oyó ningún llanto y a lo más que se llegó fue a unos cuantos pares de ojos húmedos, pero nada más. No cumplía yo todavía un mes en el campo santo, reposando en mi cajón rectangular a tres metros de profundidad, cuando fue que ocurrió, por fin, lo que millones y millones de seres habían estado esperando desde hacía ya más de dos mil años: me refiero al muy anunciado y recontra famoso gran juicio final. Y fue un juicio final al estilo divino: carente de toda piedad. Dejó dios la pura cagada no más. ¡La zorra! Ciudades enteras, con sus templos, sus catedrales y sus Malls; fueron desvastados. Animales y billones de seres fueron borrados de la faz de la tierra por las descargas atómicas que por poco no partieron al planeta en dos. Tal como una gran sandia madura que se hubiese caído de una mesa. Bueno, esto no es algo tan de no poder creerlo, pues ya había muchos antecedentes de matanzas, aniquilamiento y destrucción de la vida por parte de dios o en su nombre a lo largo de toda la historia de la humanidad. Mientras tanto, en el cementerio municipal, sólo bajo tierra, mi cuerpo continuaba con su regeneración de manera sostenida e increíble ¿Milagrosamente? Aunque yo ni cuenta me daba de ello. Yo dormía con el mismo sueño que tal vez tienen los seres que son mantenidos en estado criónico: Saludables pero sin tener idea sobre nada de nada. En el exterior los ángeles de dios continuaban trabajando. Aplicando todo su poder en la reparación del estado inhabitable en el que se encontraba casi la totalidad del globo por causa de la radiación mortal que dejó el bendito juicio. Era esta en todo caso una labor conocida y nada extraordinaria para ellos. Y lo hacían de buena forma y sin ningún tipo de novedad o contratiempo y seguros además de conseguir invariablemente los objetivos que se proponían. Y bueno, es sabido que el tiempo pasa y que no hay plazo que no se cumpla… cierto día, si, yo desperté. Me sentía fuerte y saludable, aunque desesperado como nunca tomando en cuenta mi situación. Similar a la de un relato pesadillesco del maestro Poe. ¡Socorro! Inicié los gritos. ¡¡Ayúdenme!! Alaridos más bien. ¡¡¡Que alguien me libere!!! Aullé. Cuando por fin lograron remover la tapa de cemento que me mantenía prisionero y pude verlos ahí de pie, mirándome, al borde de la abertura rectangular sobre mi, quedé de una pieza. De la muerte me pareció haber salido a una película de ciencia ficción. Supuse que bajo esos trajes medio de astronautas, medio de fumigadores, medio de hombres-rana, aquellos seres eran semejantes a mí. Aunque a través de sus escafandras yo no conseguía ver claramente sus rostros. Gracias… Balbuceé. Luego de un momento de silencio uno de los seres comenzó a decirme algo con gran voz (O sea con lo que me pareció por medio de un gran amplificador) Hermano –dijo- alégrate. Fuiste uno de los elegidos para resucitar ahora en el fin de los tiempos. Gloria a dios, de él es el poder, aleluya. “Aleluya” repitieron al unísono todos sus acompañantes. Tardé un momento en asimilar lo que oí. ¡Un astronauta canuto! lo único que me faltaba. Oh mierda. De pronto todo comenzó a girar en torno mío, dentro de mi confundida cabeza, y en seguida ya no supe de nada más...


FIN

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