Una teoría de la clase política española

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eduardo dd
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Una teoría de la clase política española

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Una teoría de la clase política española

Los partidos han generado burbujas compulsivamente

CÉSAR MOLINAS 10 SEP 2012 - http://politica.elpais.com/politica/201 ... 45267.html
En este artículo propongo una teoría de la clase política española para argumentar la necesidad imperiosa y urgente de cambiar nuestro sistema electoral para adoptar un sistema mayoritario. La teoría se refiere al comportamiento de un colectivo y, por tanto, no admite interpretaciones en términos de comportamientos individuales. ¿Por qué una teoría? Por dos razones. En primer lugar porque una teoría, si es buena, permite conectar sucesos aparentemente inconexos y explicar sucesos aparentemente inexplicables. Es decir, dar sentido a cosas que antes no lo tenían. Y, en segundo lugar, porque de una buena teoría pueden extraerse predicciones útiles sobre lo que ocurrirá en el futuro. Empezando por lo primero, una buena teoría de la clase política española debería explicar, por lo menos, los siguientes puntos:

1. ¿Cómo es posible que, tras cinco años de iniciada la crisis, ningún partido político tenga un diagnóstico coherente de lo que le está pasando a España?

2. ¿Cómo es posible que ningún partido político tenga una estrategia o un plan a largo plazo creíble para sacar a España de la crisis? ¿Cómo es posible que la clase política española parezca genéticamente incapaz de planificar?

3. ¿Cómo es posible que la clase política española sea incapaz de ser ejemplar? ¿Cómo es posible que nadie-salvo el Rey y por motivos propios- haya pedido disculpas?

4. ¿Cómo es posible que la estrategia de futuro más obvia para España -la mejora de la educación, el fomento de la innovación, el desarrollo y el emprendimiento y el apoyo a la investigación- sea no ya ignorada, sino masacrada con recortes por los partidos políticos mayoritarios?

En lo que sigue, argumento que la clase política española ha desarrollado en las últimas décadas un interés particular, sostenido por un sistema de captura de rentas, que se sitúa por encima del interés general de la nación. En este sentido forma una élite extractiva, según la terminología popularizada por Acemoglu y Robinson. Los políticos españoles son los principales responsables de la burbuja inmobiliaria, del colapso de las cajas de ahorro, de la burbuja de las energías renovables y de la burbuja de las infraestructuras innecesarias. Estos procesos han llevado a España a los rescates europeos, resistidos de forma numantina por nuestra clase política porque obligan a hacer reformas que erosionan su interés particular. Una reforma legal que implantase un sistema electoral mayoritario provocaría que los cargos electos fuesen responsables ante sus votantes en vez de serlo ante la cúpula de su partido, daría un vuelco muy positivo a la democracia española y facilitaría el proceso de reforma estructural. Empezaré haciendo una breve historia de nuestra clase política. A continuación la caracterizaré como una generadora compulsiva de burbujas. En tercer lugar explicitaré una teoría de la clase política española. En cuarto lugar usaré esta teoría para predecir que nuestros políticos pueden preferir salir del euro antes que hacer las reformas necesarias para permanecer en él. Por último propondré cambiar nuestro sistema electoral proporcional por uno mayoritario, del tipo first-past-the-post, como medio de cambiar nuestra clase política.

La historia

Los políticos de la Transición tenían procedencias muy diversas: unos venían del franquismo, otros del exilio y otros estaban en la oposición ilegal del interior. No tenían ni espíritu de gremio ni un interés particular como colectivo. Muchos de ellos no se veían a sí mismos como políticos profesionales y, de hecho, muchos no lo fueron nunca. Estos políticos tomaron dos decisiones trascendentales que dieron forma a la clase política que les sucedió. La primera fue adoptar un sistema electoral proporcional corregido, con listas electorales cerradas y bloqueadas. El objetivo era consolidar el sistema de partidos políticos fortaleciendo el poder interno de sus dirigentes, algo que entonces, en el marco de una democracia incipiente y dubitativa, parecía razonable. La segunda decisión, cuyo éxito se condicionaba al de la primera, fue descentralizar fuertemente el Estado, adoptando la versión café para todos del Estado de las autonomías. Los peligros de una descentralización excesiva, que eran evidentes, se debían conjurar a partir del papel vertebrador que tendrían los grandes partidos políticos nacionales, cohesionados por el fuerte poder de sus cúpulas. El plan, por aquel entonces, parecía sensato.

Pero, tal y como le ocurrió al Dr. Frankenstein, lo que creó al monstruo no fue el plan, que no era malo, sino su implementación. Por una serie de infortunios, a la criatura de Frankenstein se le acabó implantando el cerebro equivocado. Por una serie de imponderables, a la joven democracia española se le acabó implantando una clase política profesional que rápidamente devino disfuncional y monstruosa. Matt Taibbi, en su célebre artículo de 2009 en Rolling Stone sobre Goldman Sachs “La gran máquina americana de hacer burbujas” comparaba al banco de inversión con un gran calamar vampiro abrazado a la cara de la humanidad que va creando una burbuja tras otra para succionar de ellas todo el dinero posible. Más adelante propondré un símil parecido para la actual clase política española, pero antes conviene analizar cuáles han sido los cuatro imponderables que han acabado generando a nuestro monstruo.

En primer lugar, el sistema electoral proporcional, con listas cerradas y bloqueadas, ha creado una clase política profesional muy distinta de la que protagonizó la Transición. Desde hace ya tiempo, los cachorros de las juventudes de los diversos partidos políticos acceden a las listas electorales y a otras prebendas por el exclusivo mérito de fidelidad a las cúpulas. Este sistema ha terminado por convertir a los partidos en estancias cerradas llenas de gente en las que, a pesar de lo cargado de la atmósfera, nadie se atreve a abrir las ventanas. No pasa el aire, no fluyen las ideas, y casi nadie en la habitación tiene un conocimiento personal directo de la sociedad civil o de la economía real. La política y sus aledaños se han convertido en un modus vivendi que alterna cargos oficiales con enchufes en empresas, fundaciones y organismos públicos y, también, con canonjías en empresas privadas reguladas que dependen del BOE para prosperar.

En segundo lugar, la descentralización del Estado, que comenzó a principios de los 80, fue mucho más allá de lo que era imaginable cuando se aprobó la Constitución. Como señala Enric Juliana en su reciente libro Modesta España, el Estado de las autonomías inicialmente previsto, que presumía una descentralización controlada de “arriba a abajo”, se vio rápidamente desbordado por un movimiento de “abajo a arriba” liderado por élites locales que, al grito de “¡no vamos a ser menos!”, acabó imponiendo la versión de café para todos del Estado autonómico. ¿Quiénes eran y qué querían estas élites locales? A pesar de ser muy lampedusiano, Juliana se limita a señalar a “un democratismo pequeñoburgués que surge desde abajo”. Eso es, sin duda, verdad. Pero, adicionalmente, es fácil imaginar que los beneficiarios de los sistemas clientelares y caciquiles implantados en la España de provincias desde 1833, miraban al nuevo régimen democrático con preocupación e incertidumbre, lo que les pudo llevar, en muchos casos, a apuntarse a “cambiarlo todo para que todo siga igual” y a ponerse en cabeza de la manifestación descentralizadora. Como resultante de estas fuerzas, se produjo un crecimiento vertiginoso de las Administraciones Públicas: 17 administraciones y gobiernos autonómicos, 17 parlamentos y miles -literalmente miles- de nuevas empresas y organismos públicos territoriales cuyo objetivo último en muchos casos, era generar nóminas y dietas. En ausencia de procedimientos establecidos para seleccionar plantillas, los políticos colocaron en las nuevas administraciones y organismos a deudos, familiares, nepotes y camaradas, lo que llevó a una estructura clientelar y politizada de las administraciones territoriales que era inimaginable cuando se diseñó la Constitución. A partir de una Administración hipertrofiada, la nueva clase política se había asegurado un sistema de captura de rentas -es decir un sistema que no crea riqueza nueva, sino que se apodera de la ya creada por otros- por cuyas alcantarillas circulaba la financiación de los partidos.

En tercer lugar, llegó la gran sorpresa. El poder dentro de los partidos políticos se descentralizó a un ritmo todavía más rápido que las Administraciones Públicas. La idea de que la España autonómica podía ser vertebrada por los dos grandes partidos mayoritarios saltó hecha añicos cuando los llamados barones territoriales adquirieron bases de poder de “abajo a arriba” y se convirtieron, en la mejor tradición del conde de Warwick, en los hacedores de reyes de sus respectivos partidos. En este imprevisto contexto, se aceleró la descentralización del control y la supervisión de las Cajas de Ahorro. Las comunidades autónomas se apresuraron a aprobar sus propias leyes de Cajas y, una vez asegurado su control, poblaron los consejos de administración y cargos directivos con políticos, sindicalistas, amigos y compinches. Por si esto fuera poco, las Cajas tuteladas por los gobiernos autonómicos hicieron proliferar empresas, organismos y fundaciones filiales, en muchas ocasiones sin objetivos claros aparte del de generar más dietas y más nóminas.

Y en cuarto lugar, aunque la lista podría prolongarse, la clase política española se ha dedicado a colonizar ámbitos que no son propios de la política como, por ejemplo y sin ánimo de ser exhaustivo, el Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial, el Banco de España, la CNMV, los reguladores sectoriales de energía y telecomunicaciones, la Comisión de la Competencia… El sistema democrático y el Estado de derecho necesitan que estos organismos, que son los encargados de aplicar la Ley, sean independientes. La politización a la que han sido sometidos ha terminado con su independencia, provocando una profunda deslegitimación de estas instituciones y un severo deterioro de nuestro sistema político. Pero es que hay más. Al tiempo que invadía ámbitos ajenos, la política española abandonaba el ámbito que le es propio: el Parlamento. El Congreso de los Diputados no es solo el lugar donde se elaboran las leyes; es también la institución que debe exigir la rendición de cuentas. Esta función del Parlamento, esencial en cualquier democracia, ha desaparecido por completo de la vida política española desde hace muchos años. La quiebra de Bankia, escenificada en la pantomima grotesca de las comparecencias parlamentarias del pasado mes de julio, es sólo el último de una larga serie de casos que el Congreso de los Diputados ha decidido tratar como si fuesen catástrofes naturales, como un terremoto, por ejemplo, en el que aunque haya víctimas no hay responsables. No debería sorprender, desde esta perspectiva, que los diputados no frecuenten la Carrera de San Jerónimo: hay allí muy poco que hacer.

Las burbujas

Los cuatro procesos descritos en los párrafos anteriores han conformado un sistema político en el que las instituciones están, en el mal sentido de la palabra, excesivamente politizadas y en el que nadie acaba siendo responsable de sus actos porque nunca se exige en serio rendición de cuentas. Nadie dentro del sistema pone en cuestión los mecanismos de capturas de rentas que constituyen el interés particular de la clase política española. Este es el contexto en el que se desarrollaron no sólo la burbuja inmobiliaria y el saqueo y quiebra de la gran mayoría de las Cajas de Ahorro, sino también otras “catástrofes naturales”, otros “actos de Dios”, a cuya generación tan adictos son nuestros políticos. Porque, como el gran calamar de Taibbi, la clase política española genera burbujas de manera compulsiva. Y lo hace no tanto por ignorancia o por incompetencia como porque en todas ellas captura rentas. Hagamos, sin pretensión alguna de exhaustividad, un brevísimo repaso de las principales tropelías impunes de las últimas dos décadas: la burbuja inmobiliaria, las Cajas de Ahorro, las energías renovables y las nuevas autopistas de peaje.

La burbuja inmobiliaria española fue, en términos relativos, la mayor de las tres que estuvieron en el origen de la actual crisis global, siendo las otras dos la estadounidense y la irlandesa. No hay duda de que, como las demás, estuvo alimentada por los bajos tipos de interés y por los desequilibrios macroeconómicos a escala mundial. Pero, dicho esto, al contrario de lo que sucede en EE UU, las decisiones sobre qué se construye y dónde se construye en España se toman en el ámbito político. Aquí no se puede hablar de pecados por omisión, de olvido del principio de que los gestores públicos deben gestionar como diligentes padres de familia. No. En España la clase política ha inflado la burbuja inmobiliaria por acción directa, no por omisión ni por olvido. Los planes urbanísticos se fraguan en complejas y opacas negociaciones de las que, además de nuevas construcciones, surgen la financiación de los partidos políticos y numerosas fortunas personales, tanto entre los recalificados como entre los recalificadores. Por si el poder de los políticos –decidir el qué y el dónde- no fuese suficiente, la transmisión del control de las Cajas de Ahorro a las comunidades autónomas añadió a los dos anteriores el poder de decisión sobre el quién, es decir, el poder de decisión sobre quién tenía financiación de la Caja de turno para ponerse a construir. Esto supuso un salto cualitativo en la capacidad de captura de rentas de la clase política española, acercándola todavía más a la estrategia del calamar vampiro de Taibbi. Primero se infla la burbuja, a continuación se capturan todas las rentas posibles y, por último, a la que la burbuja pincha… ¡ahí queda eso! El panorama, cinco años después del pinchazo de la burbuja, no puede ser más desolador. La economía española no crecerá durante muchos años más. Y las Cajas de Ahorro han desaparecido, la gran mayoría por insolvencia o quiebra técnica. ¡Ahí queda eso!

Las otras dos burbujas que mencionaré son resultado de la peculiar simbiosis de nuestra clase política con el “capitalismo castizo”, es decir, con el capitalismo español que vive del favor del Boletín Oficial del Estado. En una reunión reciente, un conocido inversor extranjero lo llamó “relación incestuosa”; otro, nacional, habló de “colusión contra consumidores y contribuyentes”. Sea lo que sea, recordemos en primer lugar la burbuja de las energías renovables. España representa un 2% del PIB mundial y está pagando el 15% del total global de las primas a las energías renovables. Este dislate, presentado en su día como una apuesta por situarse en la vanguardia de la lucha contra el cambio climático, es un sinsentido que España no se puede permitir. Pero estas primas generan muchas rentas y prebendas capturadas por la clase política y, también hay que decirlo, mucho fraude y mucha corrupción a todos los niveles de la política y de la Administración. Para financiar las primas, las empresas y familias españolas pagan la electricidad más cara de Europa, lo que supone una grave merma de competitividad para nuestra economía. A pesar de esos precios exagerados, y de que la generación eléctrica tiene un exceso de capacidad de más del 30%, el sistema eléctrico español ostenta un déficit tarifario de varios miles de millones de euros al año y más de 24.000 millones de deuda acumulada que nadie sabe cómo pagar. La burbuja de las renovables ha pinchado y… ¡ahí queda eso!

La última burbuja que traeré a colación, aunque la lista es más larga (fútbol, televisiones…), es la formada por las innumerables infraestructuras innecesarias construidas en las últimas dos décadas a costes astronómicos para beneficio de constructores y perjuicio de contribuyentes. Uno de los casos más chirriantes es el de las autopistas radiales de Madrid, pero hay muchísimos más. Las radiales, que pretendían descongestionar los accesos a Madrid, se diseñaron y construyeron haciendo dejación de principios muy importantes de prudencia y buena administración. Para empezar, se hicieron unas previsiones temerarias del tráfico que dichas autopistas iban a tener. En la actualidad el tráfico no supera el 30% de lo previsto. Y no es por la crisis: en los años del boom tampoco había tráfico. A continuación ¿incomprensiblemente? el Gobierno permitió que los constructores y los concesionarios fuesen, esencialmente, los mismos. Esto es un disparate, porque al disfrazarse los constructores de concesionarios mediante unas sociedades con muy poco capital y mucha deuda, se facilitaba que pasara lo que acabó pasando: los constructores cobraron de las concesionarias por construir las autopistas y, al constatarse que no había tráfico, amenazaron con dejarlas quebrar. Los principales acreedores eran ¡oh sorpresa! las Cajas de Ahorro. Los más de 3.000 millones de deuda nadie sabe cómo pagarlos y acabarán recayendo sobre el contribuyente pero, en cualquier caso, ¡ahí queda eso!

La teoría

Termino aquí la parte descriptiva de este artículo en la que he resumido unos pocos “hechos estilizados” que considero representativos del comportamiento colectivo, no necesariamente individual, y esto es importante recordarlo, de los políticos españoles. Paso ahora a formular una teoría de la clase política española como grupo de interés.

El enunciado de la teoría es muy simple. La clase política española no sólo se ha constituido en un grupo de interés particular, como los controladores aéreos, por poner un ejemplo, sino que ha dado un paso más, consolidándose como una élite extractiva, en el sentido que dan a este término Acemoglu y Robinson en su reciente y ya célebre libro Por qué fracasan las naciones. Una élite extractiva se caracteriza por:

"Tener un sistema de captura de rentas que permite, sin crear riqueza nueva, detraer rentas de la mayoría de la población en beneficio propio".

"Tener el poder suficiente para impedir un sistema institucional inclusivo, es decir, un sistema que distribuya el poder político y económico de manera amplia, que respete el Estado de derecho y las reglas del mercado libre. Dicho de otro modo, tener el poder suficiente para condicionar el funcionamiento de una sociedad abierta -en el sentido de Popper- u optimista -en el sentido de Deutsch".

"Abominar la 'destrucción creativa', que caracteriza al capitalismo más dinámico. En palabras de Schumpeter "la destrucción creativa es la revolución incesante de la estructura económica desde dentro, continuamente destruyendo lo antiguo y creando lo nuevo". Este proceso de destrucción creativa es el rasgo esencial del capitalismo.”Una élite extractiva abomina, además, cualquier proceso innovador lo suficientemente amplio como para acabar creando nuevos núcleos de poder económico, social o político".

Con la navaja de Occam en la mano, si esta sencilla teoría tiene poder explicativo, será imbatible. ¿Qué tiene que decir sobre las cuatro preguntas que se le han planteado al principio del artículo? Veamos:

La clase política española, como élite extractiva, no puede tener un diagnóstico razonable de la crisis. Han sido sus mecanismos de captura de rentas los que la han provocado y eso, claro está, no lo pueden decir. Cierto, hay una crisis económica y financiera global, pero eso no explica seis millones de parados, un sistema financiero parcialmente quebrado y un sector público que no puede hacer frente a sus compromisos de pago. La clase política española tiene que defender, como está haciendo de manera unánime, que la crisis es un acto de Dios, algo que viene de fuera, imprevisible por naturaleza y ante lo cual sólo cabe la resignación.
La clase política española, como élite extractiva, no puede tener otra estrategia de salida de la crisis distinta a la de esperar que escampe la tormenta. Cualquier plan a largo plazo, para ser creíble, tiene que incluir el desmantelamiento, por lo menos en parte, de los mecanismos de captura de rentas de los que se beneficia. Y eso, por supuesto, no se plantea.
¿Pidieron perdón los controladores aéreos por sus desmanes? No, porque consideran que defendían su interés particular. ¿Alguien ha oído alguna disculpa de algún político por la situación en la que está España? No, ni la oirá, por la misma razón que los controladores. ¿Cómo es que, como medida ejemplarizante, no se ha planteado en serio la abolición del Senado, de las diputaciones, la reducción del número de ayuntamientos…? Pues porque, caídas las Cajas de Ahorro -y ante las dificultades presentes para generar nuevas burbujas- la defensa de las rentas capturadas restantes se lleva a ultranza.
Tal y como establece la teoría de las élites extractivas, los partidos políticos españoles comparten un gran desprecio por la educación, una fuerte animadversión por la innovación y el emprendimiento y una hostilidad total hacia la ciencia y la investigación. De la educación sólo parece interesarles el adoctrinamiento: las estridentes peleas sobre la Educación para la Ciudadanía contrastan con el silencio espeso que envuelve las cuestiones verdaderamente relevantes como, por ejemplo, el elevadísimo fracaso escolar o los lamentables resultados en los informes PISA. La innovación y el emprendimiento languidecen en el marco de regulaciones disuasorias y fiscalidades punitivas sin que ningún partido se tome en serio la necesidad de cambiarlas. Y el gasto en investigación científica, concebido como suntuario de manera casi unánime, se ha recortado con especial saña sin que ni un solo político relevante haya protestado por un disparate que compromete más que ningún otro el futuro de los españoles.
La teoría de las élites extractivas, por lo visto hasta aquí, parece dar sentido a bastantes rasgos llamativos del comportamiento de la clase política española. Veamos qué nos dice sobre el futuro.

La predicción

La crisis ha acentuado el conflicto entre el interés particular de la clase política española y el interés general de España. Las reformas necesarias para permanecer en el euro chocan frontalmente con los mecanismos de captura de rentas que sostienen dicho interés particular. Por una parte, la estabilidad presupuestaria va a requerir una reducción estructural del gasto de las Administraciones públicas superior a los 50 millardos de euros, un 5% del PIB. Esto no puede conseguirse con más recortes coyunturales: hacen falta reformas en profundidad que, de momento, están inéditas. Se tiene que reducir drásticamente el sector público empresarial, esa zona gris entre la Administración y el sector privado, que, con sus muchos miles de empresas, organismos y fundaciones, constituye una de las principales fuentes de rentas capturadas por la clase política. Por otra parte, para volver a crecer, la economía española tiene que ganar competitividad. Para eso hacen falta muchas más reformas para abrir más sectores a la competencia, especialmente en el mencionado sector público empresarial y en sectores regulados. Esto debería hacer más difícil seguir creando burbujas en la economía española.

La infinita desgana con la que nuestra clase política está abordando el proceso reformista ilustra bien que, colectivamente al menos, barrunta las consecuencias que las reformas pueden tener sobre su interés particular. La única reforma llevada a término por iniciativa propia, la del mercado de trabajo, no afecta directamente a los mecanismos de captura de rentas. Las que sí lo hacen, exigidas por la UE como, por ejemplo, la consolidación fiscal, no se han aplicado. Deliberadamente, el Gobierno confunde reformas con recortes y subidas de impuestos y ofrece los segundos en vez de las primeras, con la esperanza de que la tempestad amaine por sí misma y, al final, no haya que cambiar nada esencial. Como eso no va a ocurrir, en algún momento la clase política española se tendrá que plantear el dilema de aplicar las reformas en serio o abandonar el euro. Y esto, creo yo, ocurrirá más pronto que tarde.

La teoría de las élites extractivas predice que el interés particular tenderá a prevalecer sobre el interés general. Yo veo probable que en los dos partidos mayoritarios españoles crezca muy deprisa el sentimiento “pro peseta”. De hecho, ya hay en ambos partidos cabezas de fila visibles de esta corriente. La confusión inducida entre recortes y reformas tiene la consecuencia perversa de que la población no percibe las ventajas a largo plazo de las reformas y sí experimenta el dolor a corto plazo de los recortes que, invariablemente, se presentan como una imposición extranjera. De este modo se crea el caldo de cultivo necesario para, cuando las circunstancias sean propicias, presentar una salida del euro como una defensa de la soberanía nacional ante la agresión exterior que impone recortes insufribles al Estado de bienestar. También, por poner un ejemplo, los controladores aéreos presentaban la defensa de su interés particular como una defensa de la seguridad del tráfico aéreo. La situación actual recuerda mucho a lo ocurrido hace casi dos siglos cuando, en 1814, Fernando VII – El Deseado- aplastó la posibilidad de modernización de España surgida de la Constitución de 1812 mientras el pueblo español le jaleaba al grito de ¡vivan las “caenas”! Por supuesto que al Deseado actual –llámese Mariano, Alfredo u otra cosa- habría que jalearle incorporando la vigente sensibilidad autonómica, utilizando gritos del tipo ¡viva Gürtel! ¡vivan los ERE de Andalucía! ¡visca el Palau de la Música Catalana! Pero, en cualquier caso, las diferencias serían más de forma que de fondo.

Una salida del euro, tanto si es por iniciativa propia como si es porque los países del norte se hartan de convivir con los del sur, sería desastrosa para España. Implicaría, como acertadamente señalaron Jesús Fernández-Villaverde, Luis Garicano y Tano Santos en EL PAÍS el pasado mes de junio, no sólo una vuelta a la España de los 50 en lo económico, sino un retorno al caciquismo y a la corrupción en lo político y en lo social que llevaría a fechas muy anteriores y que superaría con mucho a la situación actual, que ya es muy mala. El calamar vampiro, reducido a chipirón, sería cabeza de ratón en vez de cola de león, pero eso nuestra clase política lo ve como un mal menor frente a la alternativa del harakiri que suponen las reformas. Los liberales, como en 1814, serían masacrados –de hecho, en los dos partidos mayoritarios, ya se observan movimientos en esa dirección.

El peligro de que todo esto acabe ocurriendo en un plazo relativamente corto es, en mi opinión, muy significativo. ¿Se puede hacer algo por evitarlo? Lamentablemente, no mucho, aparte de seguir publicando artículos como éste. Como muestran todos los sondeos, el desprestigio de la clase política española es inmenso, pero no tiene alternativa a corto plazo. A más largo plazo, como explico a continuación, sí la tiene.

Cambiar el sistema electoral

La clase política española, como hemos visto en este artículo, es producto de varios factores entre los que destaca el sistema electoral proporcional, con listas cerradas y bloqueadas confeccionadas por las cúpulas de los partidos políticos. Este sistema da un poder inmenso a los dirigentes de los partidos y ha acabado produciendo una clase política disfuncional. No existe un sistema electoral perfecto -todos tienen ventajas e inconvenientes- pero, por todo lo expuesto hasta aquí, en España se tendría que cambiar de sistema con el objetivo de conseguir una clase política más funcional. Los sistemas mayoritarios producen cargos electos que responden ante sus electores, en vez de hacerlo de manera exclusiva ante sus dirigentes partidarios. Como consecuencia, las cúpulas de los partidos tienen menos poder que las que surgen de un sistema proporcional y la representatividad que dan de las urnas está menos mediatizada. Hasta aquí todo son ventajas. También hay inconvenientes. Un sistema proporcional acaba dando escaños a partidos minoritarios que podrían no obtener ninguno con un sistema mayoritario. Esto perjudicaría a partidos minoritarios de base estatal, pero beneficiaría a partidos minoritarios de base regional. En cualquier caso, el rasgo relevante de un sistema mayoritario es que el electorado tiene poder de decisión no solo sobre los partidos sino también sobre las personas que salen elegidas y eso, en España, es ahora una necesidad perentoria que compensa con creces los inconvenientes que el sistema pueda tener.

Un sistema mayoritario no es bálsamo de Fierabrás que cure al instante cualquier herida. Pero es muy probable que generase una clase política diferente, más adecuada a las necesidades de España. En Italia es inminente una propuesta de ley para cambiar el actual sistema proporcional por uno mayoritario corregido: dos tercios de los escaños se votarían en colegios uninominales y el tercio restante en listas cerradas en las que los escaños se distribuirían proporcionalmente a los votos obtenidos. Parece ser que el Gobierno “técnico” de Monti ha llegado a conclusiones similares a las que defiendo yo aquí: sin cambiar a una clase política disfuncional no puede abordarse un programa reformista ambicioso. Y es que, como le oí decir una vez a Carlos Solchaga, un “técnico” es un político que, además, sabe de algo. ¿Para cuándo una reforma electoral en España? ¿Habrá que esperar a que lleguen los “técnicos”?

César Molinas publicará en 2013 un libro titulado “¿Qué hacer con España?”. Este artículo corresponde a uno de sus capítulos.

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skeptic
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Re: Una teoría de la clase política española

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No sabía que en Italia preparaban un cambio del sistema electoral, pero aquí creo que no será tan fácil, aunque ya veremos que pasa en las próximas generales, porque el PPSOE podría llevarse un duro correctivo, como pasó en Grecia.
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jasimotosan
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Re: Una teoría de la clase política española

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Un artículo muy esclarecedor y razonado que además coincide con lo que yo, ciudadano del montón que lee los periódicos, percibo del problema que tenemos.

Pero si es cierto es también extremadamente deprimente porque si la solución pasa porque los políticos cambien o sustituyan por otro el sistema que han pergeñado y mejorado y que a ellos tan bien les va, estamos listos ¿Les dará un ataque de honradez? Lo dudo. Los argentinos les llaman "vendepatrias" y les queda perfecto el epíteto.

Si lo que dice César Molinas es cierto, como parece, vamos a la miseria sin remisión.
Aquel que quiera ser cristiano debe arrancarle los ojos a su razón. La fe debe sofocar toda razón, sentido común y entendimiento. Lutero

eduardo dd
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Re: Una teoría de la clase política española

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Detractores...

Desmontando a César Molinas y su “teoría de la clase política española”
Javier Parra | @javier_parra http://www.larepublica.es/2012/09/desmo ... -espanola/

El domingo 9 de septiembre de 2012 el ex-directivo de Merrill Lynch César Molinas publicó en las páginas envenenadas de EL PAÍS un artículo bajo el título “Una teoría de la clase política española” que fue aplaudido por un número importante de lectores entre los que “sorprenden” algunos que hacen gala de su progresía en medios tan “fiables” (nótense las comillas) como La Sexta. Con este artículo me propongo analizar, paso a paso el citado artículo del señor Molinas.

Empecemos por el título: “Una teoría de la clase política española”. Muy ignorante o muy malintencionado debe ser el autor considerando a los políticos como una “clase”. Debería saber el señor Molinas que la adscripción de alguien a determinada clase viene dada únicamente por criterios económicos, por lo que considerar de la misma clase al Presidente del Gobierno – con sus posibilidades económicas derivadas del cargo sumadas a las de su actividad privada – y al concejal del pueblo más pequeño de España, que quizá esté en paro y sin sueldo, es cuanto menos un despropósito si es un despiste, o un insulto a la inteligencia si es deliberado.

Pero entremos en materia. Comienza el artículo advirtiendo que la teoría que propone “se refiere al comportamiento de un colectivo y, por tanto, no admite interpretaciones en términos de comportamientos individuales”. Vuelve a errar el señor Molinas haciendo formar parte de un colectivo a todos los políticos sin exclusión, teorizando sobre él para posteriormente cargar hombros inocentes las culpas del naufragio político y económico de España. Y vuelvo al caso anterior, cargar la misma culpa sobre los hombros del concejal del pueblo más pequeño de España que sobre los presidentes y ministros que ha tenido este país, es nuevamente un despropósito y además malintencionado.

Pero continuemos. Señala que una buena teoría sobre la “clase política española” debería explicar una serie de puntos. Pregunta el señor Molinas:

¿Cómo es posible que, tras cinco años de iniciada la crisis, ningún partido político tenga un diagnóstico coherente de lo que le está pasando a España?
Cuando habla de “ningún partido” incluye nuevamente a todos los partidos en un colectivo, como si todos estuvieran formados por las mismas personas, los mismos intereses, y además como si todos hubiesen tenido la posibilidad de gobernar las instancias decisivas en este país. Por tanto, la pregunta debería haberla formulado de otra manera: ¿Cómo es posible que, tras cinco años de iniciada la crisis, ni PP ni PSOE tengan un diagnóstico coherente de lo que le está pasando a España?. Porque desde luego que si existe una organización que hizo un diagnóstico prematuro de la crisis que hoy nos asola, e incluso alertó de sus causas y sus consecuencias. Y lo hizo hace más de 15 años. Recomiendo al autor y a los entusiasmados lectores de su artículo que revisen apenas unas líneas del discurso de Julio Anguita en 1996 durante la Fiesta del PCE:
“El mantenimiento en la posición de cumplir como sea y al precio social que sea los contenidos y plazos exigidos en la tercera fase de la moneda única previstos en el Tratado de la Unión Europea de Maastricht está en la raíz de una orientación totalmente contraria al Estado Social y Democrático de Derecho. Y ello plantea dos cuestiones sobre las que queremos pronunciarnos con toda claridad:
Las condiciones macroeconómicas y los plazos de las mismas necesarios para pasar a la tercera fase de la moneda única no son, en puridad, una construcción de Europa, sino un mercado único en el que tampoco se da la condición de una política fiscal común. Las políticas de empleo que deberían ser el elemento central de una construcción Europea junto con la unión política y una política de seguridad común estrictamente europeas no están ni en el proceso ni en las previsiones futuras de los que están construyendo la moneda única. Estamos ante un proceso dirigido a favorecer, exclusivamente los intereses del capital. A la imposición de un modelo económico de carácter regresivo: el neoliberalismo que intenta conseguir acabar con todas las conquistas sociales y volver a mediados del siglo XIX. Y esto es así de tal manera que si Maastricht no existiera lo habrían inventado.
Lanza una nueva pregunta el autor del artículo de EL PAIS:

¿Cómo es posible que ningún partido político tenga una estrategia o un plan a largo plazo creíble para sacar a España de la crisis? ¿Cómo es posible que la clase política española parezca genéticamente incapaz de planificar?
Vuelve a errar malintencionadamente el señor Molinas, aunque incluye en su pregunta un término importante: la planificación. Esa es la clave, pero quizá al autor no le guste el por qué de esa importancia. La planificación de la economía que proponen partidos y organizaciones que en estos 35 años no han tenido posibilidad de gobernar España choca contra al libre mercado que promulgan y al que han dado alas PP y PSOE (al igual que lo harían UPyD y los nuevos inventos “mariocondianos”), por lo que por supuesto que existe una estratégia creíble a largo plazo: planificación de la economía, banca pública, reindustrialización, etc. Otra cosa es que Molinas no quiera creerse ese plan puesto que le va el sueldo en ello. Por tanto, le propondría que formulase su pregunta de otra manera: ”¿Cómo es posible que ningún partido político neoliberal tenga una estrategia o un plan a largo plazo creíble para sacar a España de la crisis? ¿Cómo es posible que la casta política representada por PP y PSOE parezca genéticamente incapaz de planificar?”. Y además le contesto: pues puesto que si planificasen dejarían de ser lo que son y mutarían en algo que va en contra de los intereses personales de las castas, que lo mismo promueven la privatización de una empresa que una vez dejado el cargo aceptan un puesto de consejero en ella. Y parecen incapaces de planificar, porque efectivamente lo son.
Pregunta de nuevo el autor:
¿Cómo es posible que la clase política española sea incapaz de ser ejemplar? ¿Cómo es posible que nadie-salvo el Rey y por motivos propios- haya pedido disculpas?
Si las anteriores preguntas eran un despropósito esta parece más una tomadura de pelo, sobretodo situando la figura del rey como “ejemplar” y capaz de pedir perdón. Y esta es una cuestión en la que no voy a entrar porque considero que quien lea este artículo discernirá con buen criterio la supuesta “ejemplaridad” del Borbón en su actividad durante estas últimas décadas. En cualquier caso entiendo que lance la pregunta, mucho más siendo el diario borbónico EL PAÍS quien publica su texto.
Y una última pregunta de Molinas:
¿Cómo es posible que la estrategia de futuro más obvia para España -la mejora de la educación, el fomento de la innovación, el desarrollo y el emprendimiento y el apoyo a la investigación- sea no ya ignorada, sino masacrada con recortes por los partidos políticos mayoritarios?
Al menos aquí habla de “partidos políticos mayoritarios”, acusándoles acertadamente de los recortes en educación, innovación, investigación, etc, pero obviando su responsabilidad en el diseño económico actual.
Tras sus preguntas, el señor César Molinas se propone a describir su teoría sobre la que él llama “clase política” y que recuerdo que es un término erróneo y perverso. Acusa durante muchas líneas a “los políticos” de la burbuja inmobiliaria, del colapso de las cajas de ahorro, de la burbuja de las renovables, para a continuación proponer un sistema electoral “mayoritario”, una propuesta a la que posteriormente me referiré. Sin embargo me centraré brevemente en el análisis que hace de los políticos actuales, comparándolos con aquellos que hicieron la transición. Efectivamente hay diferencias, aquellos eran los llamados “hombres de Estado” y estos están desmontando el Estado y montándose sus parcelas de poder y sus chiringuitos personales. Sin embargo, obvia el autor la forma en la que se realizó aquella mal llamada “Transición”, ya que en esencia el poder no cambió de manos y además se efectuó con la tutela de EEUU y de su agencia de inteligencia para que lo que quienes más activamente habían luchado contra la dictadura durante 40 años, sindicalistas y militantes (comunistas principalmente) no tuviesen influencia importante en el nuevo régimen. La cuestión no es baladí, puesto que el peso político y el poder real que habían adquirido quienes lucharon contra el franquismo fue apartado de un plumazo por los políticos que comenzaron a constituirse como “casta”. La casta que hoy nos malgobierna, concretamente. Por tanto, si vamos al origen, vayamos también a la forma en la que se hizo una Transición y en la que se despreció algo que incluso está presente en la Constitución de 1978, la planificación de la economía. ¿Qué partido de los gobernantes lo ha hecho desde entonces?.
El autor artículo continúa su artículo enunciando su teoría:
La clase política española no sólo se ha constituido en un grupo de interés particular, como los controladores aéreos, por poner un ejemplo, sino que ha dado un paso más, consolidándose como una élite extractiva.
Como dije anteriormente, la clase política no existe, ni siquiera como cuestión etimológica. Y vuelvo a recordar el ejemplo del concejal en paro del pueblo más pequeño de España comparado con el presidente del Gobierno, que como tal cobra 78.185 euros a los que hay que sumar los beneficios y propiedades que de manera privada haya obtenido. ¿Son de la misma clase social? Quien diga que sí no puede tener buenas intenciones.
Molinas sigue su argumentario mencionando a Schumpeter, citando que “la destrucción creativa es la revolución incesante de la estructura económica desde dentro, continuamente destruyendo lo antiguo y creando lo nuevo. Este proceso de destrucción creativa es el rasgo esencial del capitalismo.Una élite extractiva abomina, además, cualquier proceso innovador lo suficientemente amplio como para acabar creando nuevos núcleos de poder económico, social o político”, y agrega que “con la navaja de Occam en la mano, si esta sencilla teoría tiene poder explicativo, será imbatible”. Pues bien, si la considera imbatible no debería obviar que en esa lógica Schumpeter (que aborrecía el socialismo) señalaba que el capitalismo está condenado a desaparecer algún día, aunque no lo hará por su ineficacia o por una quiebra del sistema; las razones que provocarán la sustitución del capitalismo por el socialismo estarían dentro de la propia genética del capitalismo.
La solución que propone César Molina es cambiar el sistema electoral y sustituir el sistema proporcional por uno mayoritario. ¿Qué sistema proporcional? En este país no existe ningún sistema proporcional, ni los diputados presentes en el Congreso de los Diputados corresponden a la proporción de votos que han obtenido. Para empezar, si lo hubiera, el PP no tendría mayoría absoluta y probablemente no estaría en el poder. ¿He de recordar que a PP, PSOE, así como a los partidos nacionalistas les cuesta hasta 10 veces menos obtener un diputado que a otras fuerzas políticas?. César Molinas lo sabe, sólo hace su trabajo, y por eso lo que propone es instaurar un sistema mayoritario. Es decir, acabar (aún más) con la pluralidad, e instaurar de una vez y para siempre, e incluso bendecir legalmente, el bipartidismo en España, por mucho poder que diga que le quitaría a los partidos.
Sin embargo, si eso sucede, la teoría de César Molinas pasará de ser una mera falacia a una posible verdad, porque la casta política del bipartidismo pasará a constituirse como clase, ya que efectivamente defenderán unos mismos intereses económicos y casi ideológicos, porque España se habrá librado definitivamente de los disidentes. De la gente como yo, por ejemplo.


Javier Parra
Concejal de IU y Secretario Político del PCE de Paterna

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jasimotosan
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Re: Una teoría de la clase política española

Mensaje sin leer por jasimotosan »

A D. Javier Parra se le ve el plumero desde lejos:

Resulta que los políticos no son una clase (¿porque unos ganan más que otros..?), que no son todos igualmente culpables (luego no es un problema "estructural" de este sistema), ¡que los hay honrados! (los de su partido casualmente) y que hay una solución obvia a la crisis (la que dice su partido, también casualmente).

La solución entonces: Fácil, votarles a ellos, ponerlos en el poder y listo, todo solucionado (al menos para ellos).

Lo malo es que los otros dicen lo mismo: Rubalcaga lleva tiempo diciendo que él tiene la solución y, sorpresa, Rajoy también lo dice y cualquier otro político al que le preguntes dirá lo mismo sin duda.

Esto me recuerda a las religiones, todas adoran al dios verdadero, el de las otras es falso naturalmente... Pero yo no veo a dios ni "pa'dios". Todos los políticos tienen "la solución" y todos los predicadores "la salvación".

¿Será esto de la política como lo de las religiones, también cuestión de fe? :o

Lo que me pierdo por ser ateo...
Aquel que quiera ser cristiano debe arrancarle los ojos a su razón. La fe debe sofocar toda razón, sentido común y entendimiento. Lutero

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bukowski
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Re: Una teoría de la clase política española

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jasimotosan escribió: ¿Será esto de la política como lo de las religiones, también cuestión de fe? :o
Pues no sé hasta que punto es una broma lo que has dicho. Todavía me cuesta entender que alguien tenga su ideología bien definida o que vote a un partido con la certeza de que es lo correcto.Fijaos que aún me sigue pareciendo raro definirme " de izquierdas" como si con esa palabra ya bastara para entender el funcionamiento de mi psique.

También me sorprendió al llegar al foro que una persona tan inteligente como Tontxu defendiera el materialismo dialéctico a capa y espada , que con él intentara explicar la evolución o que viera tintes neoliberales en el Darwinismo. Y si no recuerdo mal su decisión de abandonar el foro estuvo muy relacionada con estos temas.
Todo el mundo debería creer en algo... yo creo que me tomaré otra copa .

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jasimotosan
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Re: Una teoría de la clase política española

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bukowsky, es que no lo dije de broma.

Richard Dawkins que es mucho más inteligente que yo, dijo esto: "Los memes de la fe ciega tienen sus propias formas inmisericordes de propagarse a sí mismos. Esto es cierto en la fe ciega patriótica y política al igual que en la religiosa".

Claro que se puede ser de determinado partido (no confundir con pensamiento político) pero cuestionando su actuación, no por fe, pero si esto fuera así, los partidos políticos no tendrían sus incondicionales, que los tienen y les hacen ganar elecciones.
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edschurzbok
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Re: Una teoría de la clase política española

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Bueno soy argentino y noto que lo que dice el Sr. César Molinas se puede aplicar aquí en Argentina. No es cuestión de echarle toda la culpa a la colonización española...pero. No quiero irritar a los españoles pero hay que tomarlo en cuenta y nosotros los argentinos a defectos heredados...le agregamos los propios!!!.

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jasimotosan
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Re: Una teoría de la clase política española

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No es cuestión de españoles, argentinos, rusos o alemanes, es cuestión de la poca veregüenza de los políticos y de lo imbécil que somos los del pueblo, solo eso. Internacional e interracial.
Aquel que quiera ser cristiano debe arrancarle los ojos a su razón. La fe debe sofocar toda razón, sentido común y entendimiento. Lutero

Quest of knowledge
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Re: Una teoría de la clase política española

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edschurzbok escribió:Bueno soy argentino y noto que lo que dice el Sr. César Molinas se puede aplicar aquí en Argentina. No es cuestión de echarle toda la culpa a la colonización española...pero. No quiero irritar a los españoles pero hay que tomarlo en cuenta y nosotros los argentinos a defectos heredados...le agregamos los propios!!!.
Argentina tiene el mayor porcentaje de raza europea que ningún otro país de las Américas. Quizás tenga mayor porcentaje que Italia, Francia, y el Reino Unido. Los argentinos exterminaron la población indígena sistemáticamente después de su independencia de España, especialmente durante la época de Julio Argentino Roca. Los que no escaparon a Chile o lugares aislados en La Pampa fueron exterminados por los argentinos. Y no hablemos de la tirania de Rosas...

Los españoles fueron conquistadores no colonizadores. Primero porque cuando Cortez conquistó México lo hizo con solo algo mas de seiscientos soldados. España tenia una población de aproximadamente 3 millones de habitantes y México 5. Cuando Pizarro conquistó el Imperio Inca lo hizo con 186 soldados y el Imperio Inca tenia aproximadamente 6 millones de habitantes.

Poco personal tenía España como para colonizar esos dos Imperios, el resto de Sudamérica, América Central, Norteamérica, Filipinas, Portugal, Holanda, La Dúa Sicilia, y las colonias que había conquistado Portugal y que pertenecieron a España junto con Portugal por unos ciento cincuenta años.

El asunto de Argentina según los muchos amigos Argentinos que tengo en Canadá es "made in Argentina" y es mas una actitud nacional de desprecio al trabajo y una adoración a ser bohemio y prepotente. Segun ellos el otro problema paralelo es una actitud política que alcanzar el poder es licencia para robar y dominar. Eso me lo ha confirmado con grades detalles una clienta mia que es hija de un ex-alcalde de Buenos Aires.

Aun no he conocido un argentino que no me haya caído bien, aunque algunos de ellos no les caían bien a otros argentinos. Por eso tengo muchos amigos argentinos y lo mismo me pasa con los brasileños, pero nunca he estado ni en Argentina ni en Brasil. Por eso deseo tu perspectiva en el asunto, mientras que no culpes a España o a Chile ;)

Quest of knowledge
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Re: Una teoría de la clase política española

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jasimotosan escribió:No es cuestión de españoles, argentinos, rusos o alemanes, es cuestión de la poca veregüenza de los políticos y de lo imbécil que somos los del pueblo, solo eso. Internacional e interracial.
Los politicos no son de herencia como la monarquia, ni son una fuerza invasora. Son gente del pais elegidos democraticamente por el pais.

Si estan en el poder es porque el pueblo lo quiere asi.

La mentalidad Alemana los hace muy prosperos. La mentalidad griega muy probres. Aqui en Canada veo chinos que vienen sin nada y trabajan dia y noche para que a sus hijos no les falte nada. Les inculcan a sus hijos la etica del trabajo, la importancia de los estudios y un sentido de continuidad que les hace verse como miembros de sus familias presentes y futuras. Sus hijos suelen tener carreras superiores y ocupar altos cargos o tener grandes negocios.

Los judios aqui son menos "militantes" que los chinos porque llevan aqui mucho mas tiempo y estan mejor establecidos, pero tienen una cosa en comun, el amor por los estudios y la habilidad de inculcarle ese amor a sus hijos. Una diferencia con los judios aqui es que no se conforman con que sus hijos tengan carrera superiores, quieren que tengan estudios de graduado y preferentemente doctorados.

Aun no he conocido aqui ni a un chino ni a un judio desempleado o pobre.

Todos los estudios económicos en EEUU y Canadá indican que la influencia de los gobiernos en la económica de estos dos países es relativamente pequeña. Todos los estudios económicos que he visto indican que los países mas ricos del mundo son los que tienen mayor cantidad per cápita o total de capital humano.

El capital humano es mas fácil obtenerlo en España que en EEUU, por eso las soluciones económicas las veo a nivel individual.

Mi vecino nació en Canadá y solo aspiraba a un trabajito fijo con una buena jubilación. Él tiene una parcelita al lado de mi finca y hacía fiestas todos los fines de semana y se reía de mi afán a los estudios y el trabajo. La fábrica donde trabajaba cerró y se quedó parado con 50 años. Ahora conduce un autobús escolar un par de horas por la mañana y otro par de horas por la tarde. Pienso que el gobierno tiene poco que ver con su "suerte" y la mia.

edschurzbok
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Re: Una teoría de la clase política española

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Bueno tranquilo Quest. Las críticas nunca son agradables pero son necesarias. A las que pones a Argentina puedo agregar que no nos agrada cumplir las leyes, los reglamentos y las normas, somos sin ser conscientes…anarquistas, puedo agregar sin echarnos tierra encima que de los dos grandes partidos políticos: radicales y peronistas hay cosas que no quieren reconocer. Los radicales que en los años /20 del siglo pasado se mató a 1500 peones rurales en la Patagonia que pedían mejores condiciones de trabajo y los peronistas que son fascistas y que Perón les cobró peaje a muchos genocidas para conseguirles impunidad al fin de la 2da. Guerra Mundial y cuando volvió del exilio planeó seguramente el asesinato de dirigentes de izquierda que realizó la Triple A dirigida entre otros por su secretario personal: López Rega.

Ante todo habría que poner en claro que el estilo de un país en general lo da su dirigencia (mal o bien los paises están gobernados y los que gobiernan imponen su estilo, su modo de ser, de pensar, de sentir de algún modo y claro no completamente), pero los gobernados que no tienen poder o poco van a modular lo que imponen los dirigentes. La mayoría de los 200 años de historia de mi país lo pasamos en gobiernos poco o nada democráticos, así que no somos tan responsables de lo que pasa, excepto en los últimos años.

Los paises como las personas tienen un origen: las virtudes y los defectos que tiene U.S.A. p.ej. en parte son virtudes y defectos del Reino Unido.

No entiendo porque no se puede criticar ni a España, ni a Chile!?.

Chile no nos ha influido excepto en las provincias de Cuyo (San Juan, Mendoza y San Luis que dependían de la Capitanía de Chile en tiempo de la colonia).

Y el imperio español era un fiel servidor de la ICAR por eso quedó España fuera del Renacimiento Europeo que contrariaba sobre todo a la ICAR. Tampoco desarrolló la ciencia porque la ciencia moderna (a partir de Galileo) era mal vista por la ICAR.

Hay muy buenos científicos en España y veo que están participando en investigaciones importantes, pero la clase dirigente española no se acostumbra a la ciencia (sí a las tecnologías producto de la investigación científica: las técnicas no cuestionan pero la investigación sí las creencias que se tengan).

En Argentina tuvimos una dictadura militar: la de Onganía que pretendía transplantar el franquismo en el país y realmente era una alianza militar-iglesia. El tirano Rosas (que defienden los peronistas) estaba con esa concepción que la tenía el imperio español. Es que Perón también tenía esa concepción, el choque con la ICAR vino porque El pretendía con su partido representar a la Iglesia que le vino con otro partido: la democracia cristiana.
Volviendo a la ciencia, en Argentina ocurrió algo propio de la Edad Media, durante la dictadura del tal Onganía, la policía enviada por el gobierno entró en la Facultad de Ciencias Exactas (en la cual había mucha gente de izquierda) y le dio una tunda a todos los profesores (incluidos los extranjeros visitantes eso para que aprendan). Así se fue destruyendo la buena investigación que se estaba haciendo entonces. En otros paises se les pegaba a los estudiantes de izquierda más que tomárselas con los profesores.

El estilo liberal se aprendió de algún modo interpretando libremente la Biblia y eso se lo perdió España. La gente en Europa comenzó interpretando libremente la Biblia y luego empezó a criticar todo!.

España tiene un serio problema: culturalmente se identifica ser español = ser católico y militante. Esa cultura pretende que España sea una teocracia y ahora mismo.
Este tipo de cultura creo que hace que lo que dice César Molinas tenga sentido. Eso me parece intuitivamente.

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